Ella es Kati Nescher y él Marlon Teixeira, todo lo demás es Karl Lagerfeld: los diseños, la escenografía, el enfoque y hasta el disparo es Lagerfeld porque Karl, en su propia firma, hace y deshace a placer.
Y, en esta ocasión, hace y deshace en un blanco y negro en el que el negro deslumbra en su brillo mientras el mate se apaga. Juega también con la ausencia de tejido o incluso con el torso descubierto, con un cuello de un modo o un escote de otro... juega porque el juego es lo único que queda tras la imagen, el juego que evoca y la sofisticación que esconde.
La campaña busca atraer y subyugar, rendir gustos e intenciones para acercarnos a una colección que es mucho más que un blanco y negro porque es imposible negar a la primavera y el verano, al menos, unos pasteles; y Lagerfeld, es más, a nada que miremos con un poco de curiosidad, descubriremos que el blanco es progatonista y que el amarillo y tostado, el verde aguamarina y el rosa que es casi color salmón, son de vital importancia en una colección pensada para la calidez y la luminosidad del verano.
Y, como Karl logra su objetivo campaña mediante, y nos atrae irremisiblemente a su universo, nos perdemos entre clutch y bolsos maxi plagados de esas aristas que son tan Lagerfeld, tan personales y tan de sello propio.
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