No vivimos en Nueva York, no somos Carrie Bradshaw, ni Charlotte, Miranda o Samantha, no corremos por Central Park, ni vamos de cóctel al Moma, no conocemos todos los secretos del Soho, ni nos dejamos caer todos los meses por la calle 38 como Holly, con la boca llena, no trabajamos en la 5ª avenida, ni vivimos el inusitado ritmo de Wall Street, no nos hemos visto todos los musicales de Brodway y por supuesto no veraneamos en los Hamptons.
Pero tampoco nos importa demasiado, tenemos Gran Vía, el Paseo de Gracia, el mediterráneo, el atlántico, el cantábrico, la Torre de Hércules, el Sardinero y Cádiz, el Retiro, el parque Güell, la milla de oro, Sol y el gótico, Figueres, la Malvarrosa, Puerto Banús, Tarifa… y para lucir New York, para vestir el aire marinero y el encanto casual del lujo de los veranos y los fines de semana de primavera en los Hamptons, tenemos Coach, piel y relieves, la inspiración navy, los colores de playa, duna arena y mar, marinero, blanco y azul marinos gastados de brisa y sol; y nos echamos a la calle con él un mediodía de fin de semana al vermut, las cañitas, y una de gambas, tan dignas, elegantes y maravillosas como si hubiéramos decidido que este sábado mejor la town que la casa de la playa.