La de Michel Meyer es una peluquería de las de antes. O mejor, una peluquería de las de película. Una de esas en las que entras y te sonríen porque saben quién eres y a qué te dedicas, saben lo que necesitas y de cuánto tiempo dispones y, además, ya te esperaban. Y no porque hayas pedido cita sino porque saben de memoria a la velocidad que crece tu pelo y siempre calculan cuándo estás a punto de dejarte caer por allí.
¿Le conoces a él? Michel es sencillamente fantástico. Hace ya casi 25 años que se puso el mundo por montera y decidió pasar del aborregamiento que, para quien no sabe pilotarla, supone la moda y sus dictados. Él va a lo suyo. Siempre lo ha hecho. Y nunca ha defraudado.
Se ha resistido a cheques y ceros que le incitaban a ampliar y crear franquicia. No ha querido nunca ser otra cosa. Y le ha ido de maravilla. Se lo merece. Cuando pasas por sus manos o por las de alguno de los miembros de su equipo de primera terminas guapa a rabiar. La gente te encuentra favorecida pero no lo achacan a tu pelo, eso dice mucho de la categoría de sus trabajos (¿a quién no le horroriza el pelo-casco-vengo-de- la- peluquería?).
Su salón madrileño (O’Donnell, 9) es reflejo de él, de su estilo y costumbres y será el tuyo en cuanto lo pruebes. Allí se respira tranquilidad, discreción, comodidad… y profesionalidad. Cuentan con servicio de manicura, pedicura, servicio de maquillaje, expertos en color y una hermosa vitrina dedicada a los tocados de Michel, su gran afición. Pásate ytú también serás devota.
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