Que puede ser por la distancia, física y cultural, pero no lo entendemos. Por mucho que le damos vueltas. Tienes una inmensa moderna mansión que es una auténtica maravilla, obra de tu amigo el renombrado arquitecto Paul McClean de esas que nos dejan con la boca abierta por sus dimensiones, su diseño, sus espacios, su luz, sus vistas, en pleno Beverly Hills… y quieres venderla.
Pero venderla entera, con los dos coches del garage y con todo el mobiliario y la decoración. Con todo. Por 90 millones de euros, 100 millones de dólares, lo que la convierte en la mansión más cara de Beverly Hills: OPUS, un trabajo, una obra. Magnífica.
Y como tú eres promotor de cine -además de promotor inmobiliario famoso por las magníficas viviendas que junto a McClean has levantado- decides hacer un vídeo promocional. Y material tienes porque la casa está maravillosamente decorada, con sus suelos de Roberto Cavalli, y son muchos los mejores momentos de luz, y magníficos los espacios, cada rincón, el spa interior con piscina, el gimnasio, la infinity pool exterior con cascada sobre el cielo de Los Angeles, las luminosas y acristaladas habitaciones, el gran salón abierto a la piscina, los dos amplios bares, las 7 habitaciones, los 11 baños, la bodega y las 170 botellas doradas de champagne, una sala de proyecciones con pantalla curva y capacidad para 15 personas, el garage museo como para 10 vehículos y esos dos coches y los cuadros de Damien Hirst -toda una declaración-.
Y hasta aquí, bueno, bien. Una gran idea para que nos hagamos una idea de cómo son los más de 1.900 metros cuadrados de vivienda en una de las mejores zonas del mundo para vivir.
Y cuentas con que en la oferta añades dos coches únicos, un Rolls Royce descapotable bañado en oro -que ya es delito- y un Lamborghini Aventador también bañado en oro -que también es delito—. Osea, que los 90 millones que pides por todo están más que justificados por la mansión más cara de Beverly Hills.
Y entonces te pones a producir el vídeo y consideras necesario darle un poco más de valor añadido. Y se te ocurre que unas chicas por la casa, qué carajo, unas chicas casi desnudas, espera! desnudas y doradas al sol, eh! ¿has dicho doradas? pues que sea con oro, será por poder, que se puede. Desnudas bañándose en oro, como esculturas que parte viva de las pertenencias de la casa. Es más, que sea más sensual, más, un poco más. Y se te va de las manos y acabas haciendo un video digno de Erika Lust.
Como decía al principio, puede ser por la distancia cultural, la que también se define en el espacio y el tiempo, pero no sólo no lo entendemos y creemos que era innecesario si no que hasta nos parece ofensivo. Para con el género humano.
Es más, la propiedad es un escándalo de belleza, de servicios. Un escándalo de mansión para un escándalo de vida, la experiencia de vivir en una casa espectacular con unas vistas espectaculares con unas espectaculares dimensiones en un entorno y altura espectaculares. Espectacular per se en todos los sentidos.
Lo demás sobraba. Aunque aun a sabiendas de que el precio no incluye a las chicas -confiamos- , no nos cabe duda alguna de que alguien habrá que se deje seducir por el reclamo y acabe cayendo al precio de la mansión más cara de Beverly Hills y de la escultura de oro que da la bienvenida y de los dos singulares coches.
Nos ha apasionado el olivo de la entrada. Ah! La vieja Europa. Con sus costumbres discretas, con su clase, con su elegancia y discreción. Qué lejos y qué fortuna.
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