Dicen que fue en esta casa, entre 1922 y 1924, cuando Scott Fitzgerald dio letra y tinta a la novela que lo ha convertido en un escritor esencial de la literatura universal: El Gran Gatsby.
Por aquel entonces el escritor vivía en esta mansión de Long Island con su esposa Zelda, la pareja mantenía cierta vida social gracias no sólo a que la mansión forma parte de una urbanización de lujo en la que compartían piscina y otros lujosos servicios con sus exclusivos vecinos, sino también por el gusto de ambos por mantener una vida social activa; vida que, sin duda, sirvió también de inspiración a Scott Fitzgerald para dar forma y gestos a los personajes de su novela.
Lo cierto es que la mansión parece ideal para la titánica tarea de escribir una novela; se trata de una vivienda enorme con 7 habitaciones, otros tantos baños, una inmensa cocina con isla y zona de office, un salón y un lujoso comedor, todo ello distribuído en tres plantas y junto a un coqueto patio privado con jardín. Un espacio que se nos antoja de excepcional tamaño para una pareja, perfecto para que ambos se perdieran en él para encontrar sus momentos más personales cada uno a sus cosas y él, claro está, a sus letras.
Resulta inevitable pensar en la maravillosa mansión de Gatsby allá por los felices años 20 en Long Island y no caer en la cuenta de la coincidencia de tiempo y lugar con los años en los que Fitzgerald habitó esta mansión que hoy se vende por unos 3,8 millones de dólares.
E imposible resulta también no recordar a Robert Redford y Mia Farrow interpretando a Gatsby y Daisy, porque hubo otras adaptaciones de la novela anteriores a esta película -la primera una muda de la que apenas se conservan unas escenas- y otras posteriores -la última con Leonardo Di Caprio como protagonista, pero Redford es mucho Redford y la mansión que inspiró la historia de su personaje... un lujo americano en toda regla.
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