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Pedro y el lobo, Stalin y Prokofiev

Muchos han querido darle una lecturas alternativas al Pedro y el lobo de Prokofiev.

A mediados de la década de los treinta, Prokofiev se hallaba recién instalado en la Unión Soviética después de haber pasado desde 1918 a 1933 exiliado en Europa Occidental. Esos eran unos años de gran control por parte de la burocracia estalinista sobre todas las artes, un control que pasaba por una severa vigilancia y una violenta censura de todos aquellos artistas con tendencia a alejarse de los ideales de la revolución y la línea creativa realista impuesta por los bolcheviques. Como en tantos otros asuntos, para mantenerse alejados de la contaminación ideológica europea, la URSS se mantenía en un notorio aislamiento musical. En las salas de concierto nunca se tocaban obras vanguardistas, metidas todas en el mismo saco por burguesas y vacías de contenido.

El 26 de enero de 1936, Stalin acudió al teatro Bolshoi a ver Lady Macbeth, ópera escrita por Dmitri Shostakovich que estaba teniendo mucho éxito. A la salida de la representación, un crítico musical le preguntó si le había gustado. Esto es una estupidez, no es música, fue su respuesta. Dos días después, el periódico oficial Pravda publicó un violento artículo titulado Caos por música: a propósito de la ópera Lady Macbeth de Mtsensk. La crítica, anónima pero redactaba por Stalin, tachaba la música de Shostakovich como caótica y absolutamente apolítica, degenerada, estridente y neurasténica, que halaga el gusto degradado de la audiencia burguesa. A partir de entonces, la reputación del compositor se hundió completamente. Sus amigos dejaron de hablarle y aquéllos a los que Shostakovich había apoyado en sus carreras, ahora hablaban en su contra.

Aunque hubo excepciones, como Prokofiev, que continuó defendiendo a su colega. Dejó de escribir ambiciosas partituras y se centró en la composición de obras menores que no pudieran molestar al Kremlin. Así es como a Prokofiev se le ocurrió la idea de escribir una obra especialmente diseñada para niños, idea que se materializó cuando Natalie Satz, directora del Teatro Infantil de Moscú le propuso componer una obra a través de la cual los niños aprendieran a conocer y reconocer los instrumentos musicales de una orquesta sinfónica. El compositor descartó el texto que le entregó Satz y escribió su propio texto basado en el cuento de Pedro y el lobo, cuya partitura para piano compuso en tan sólo cuatro días. La obra, que asigna temas, sonidos e instrumentos específicos a cada personaje de la historia, narra la historia del niño Pedro que, con ayuda de un gato, un pájaro y un pato, atrapa a un feroz lobo y lo entrega a unos cazadores que se lo llevan al zoológico. Una historia distinta a la original de Esopo.

Desde su estreno el 6 de mayo de 1936 en el Teatro Infantil de Moscú, Pedro y el lobo es la obra musical favorita en los conciertos dedicados a los niños. El texto de Prokofiev ha sido traducido a muchos idiomas y en algunas ocasiones el narrador ha sido personalidades famosas, como Sean Connery, John Gielgud, Jack Lemmon, Sting, Leonard Bernstein, Lorin Maazel e Itzhak Perlman, entre otros muchos. En esta inocente fábula, muchos han querido darle lecturas alternativas según las cuales Prokofiev habría utilizado alegóricamente los elementos del cuento para referirse en un contexto político a la censura y la supervisión de las autoridades soviéticas.

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