Un piano es siempre una obra de arte en cuanto al fin para el que está destinado, la música; pero hay quien piensa que, además de en su esencia, un piano debe ser una obra de arte en su forma y por eso en 1975 nacía 1066 piano, una compañía cuyo fin no era otro que hacer pianos cuyo sonido fuese perfecto y su forma de bella factura.
Los pianos de 1066 conquistaron al mundo y los vimos abandonar su Inglaterra natal camino de los destinos más inesperados, el primero de ellos viajó a Uganda y, años más tarde, otro piano de 1066 era instalado en un yate de lujo. Se trataba de pianos hechos artesanalmente y por un profundo amor al arte que encierra este bello instrumento.
2010 fue un año intenso en 1066, es en ese momento cuando se fragua la idea de Goldfinch que no era más que seguir fabricando pianos excepcionales pero además hechos a imagen y semejanza de los sueños de quienes han de tocarlos. Llegamos hasta 2015 y es ahora cuando Goldfinch se presenta envuelto en su arte rindiendo voluntades y despertando un profundo a mor hacia sus pianos.
De entre las propuestas de Goldfinch, que incluyen un piano recubierto por cristales de Swarovski, nos quedamos hoy con The Baby Piano, un proyecto fruto de la colaboración de Goldfinch con el estudio de arte inglés Based Upon. Una vez más las sinergias demuestran todo su potencial y dan como resultado un piano fuera de lo común y comúnmente reconocido como de bella factura.
Se trata de un piano de líneas depuradas e inspiración natural que toma forma sobre metales y resinas que evocan elementos de la propia naturaleza; The Baby Piano es, sin lugar a dudas, una pieza de arte en cuanto a su forma y también en cuanto a su fondo y su esencia y en la magia que extrae el pianista de sus teclas.
El precio de mercado de esta soberbia pieza supera los 600.000 euros y no sorprende que sea así, hablamos de arte, de ciencia y de música en una sola pieza.
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