Es intensa la gravedad de la belleza, gravitamos en torno a ella sin remedio. Y todos los cuerpos buscan su propia fuente de gravedad, incluso los que andan desperdigados, los cometas, buscan esa fuerza que lo une a otro elemento con la suficiente intensidad como para describir una trayectoria lógica, breve, concreta. Nosotros navegamos, exploramos (quizás no tan lejos como la Voyager 1 que en el instante de escribir esta recopilación está a más de 33.134 millones de kilómetros de la tierra) para encontrar toda la belleza que se encuentra en las cosas prácticas porque creemos que en este gran mundo pequeño nuestro existe tanta per se como la que permanentemente se crea, como la que creamos, y encontramos en lo útil y lo bello una intensa razón de vivir.
Y esto es lo que nos importa ahora y aquí, lo que nos mueve, mucho menos prosaico todo de lo pudiera parecer. No es sólo el gozo la contemplación orbital, es el placer del uso, las líneas, las formas, los colores y la utilidad, una forma de vivir que cada semana se desborda con descubrimientos de los que tan sólo somos capaces de dar una mínima y seleccionada cuenta. Y de esa cuenta personalmente nos sentimos especialmente atraídos por algunas más concretas, igual nos las mejores en todo lo bueno, pero las mejores, por preferidas por los lectores.
Vean y dígannos si son equívocas las trayectorias de nuestras órbitas: juegos de chocolate, la más propia goleta del personaje con más estilo, el nacimiento de un smartwatch con un fuerte corazón deportivo, el espectáculo de la música, un restaurante y un refugio sobre las pistas de nieve de , la recreación estética de las dos ruedas, un mirador sobre los cielos de Nueva York (para habitarlo), algunos de los relojes más espectaculares que podemos poseer (o no), una edición platino de uno de los SUVs más admirados, y por supuesto la belleza del ser humano.