Hoy ha dejado de llover y el tiempo parece que vuelve a mejorar. Es lo que tiene la primavera. El sol calienta. Me decanto, antes un salmorejo que un caldo de pollo. Los garbanzos, vaya usted a saber, no se perdonan nunca. Y un solomillo serio es de entretiempos, de entre todos los tiempos. Siempre encaja. En mayo ya sin patatas. Pónganos una escalivada, nos diremos que no engorda. Es más, pónganos bastante escalivada para empezar, ya luego la carne.
Las verduras son buenas, nos decimos de mayores. Lo son, claro. Lo que engorda es el pan de harina refinada y sin medida, a flote en el aceite, aunque lo que engorda en realidad somos nosotros. Así que ¡bien por la escalivada!, tan nuestra y tan rica y tan fresquita y tan buena.
La escalivada se debería hacer asando, o en unas brasas. He visto hacerla de mil modos, incluso en el microondas. Se cocina, se pela lo pelable, se corta en tiras, se aliña al gusto y se deja macerar. Aceite, ajo e incluso vinagre. Lista. Y es lo más.
Lo más de lo más de lo mejor -osea de loff.it- de esta semana es una escalivada. Tiras bien asadas de moda de primavera, alojamientos excepcionales, paraísos en venta, cine animal, frases célebres, coches clásicos, motos patrias, bañadores de cuerpo entero, lencería para cuerpos enteros, un state of the art tecnológico y de diseño, restaurantes parisinos, finas conchas paso a paso, y una serie de objetos curiosos: un zoótropo, un ojo de Dalí, una máquina del tiempo y el tourbillón de pulsera más grande de cuantos hemos conocido.
Vistos enteros, consumidos con calma, todos juntos y revueltos, aliñados con historias interesantes y con unos pocos de datos que le dan un sabor excepcional. Muy frescos todos y recién hechos. Los dejamos macerar a lo largo de la semana y los hemos ido consumiendo con gusto. Todos. Ha vuelto a salir el sol. Nos vamos a las calles y luego vemos.