No hago más que preguntarme si serías capaz amarme todo un año. Tal vez parezca que no es mucho tiempo pero es, simplemente, lo justo para saber cuánto durará la felicidad. Ahora, en el plato gira un viejo vinilo que guardé en mis días de juventud. Sólo es una canción lo que suena pero en ella está toda la verdad.
Ya sé que resulta fácil encontrar el amor en primavera, cuando florecen los campos y las lluvias siembran de color el paisaje. Entonces no tenía ninguna duda de que estarías siempre a mi lado. Hasta el final. Quizás si busco entre mis discos encuentre una canción que me recuerde aquellos días de esplendor.
El verano irrumpió entre nosotros y sus soles abrasivos calmaron el ímpetu de nuestros sentimientos. Fue una época tranquila que dejó entre tú y yo un perfume de atardeceres serenos, de viajes sin destino en silencio, de exploraciones mutuas y miradas cómplices. Siempre nos alternábamos para elegir la música que debía sonar a cada paso, en cada instante. Aunque ahora yo… yo ya sólo recuerdo una única canción.
Cuando los días remitieron su calor, nuestro mundo se expandió y se convirtió en un universo por el que ambos vagábamos sin dirección. Los encuentros fueron fugaces y los choques entre estrellas eran cada vez más frecuentes. Ya no había una luz inmensa que nos deslumbrase y sólo nos encontrábamos en los acordes de una eterna canción.
El gris nubló el cielo, los árboles y la mirada. Ahora casi no me acuerdo de nada de lo que ocurrió. Las horas ya viajan tan deprisa que no consigo saber ni dónde estoy. Sólo escucho un murmullo, el recuerdo del recuerdo de una vieja canción. Y sin embargo aún me pregunto, ¿podrías amare todo un año?