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Cinco Canciones Sin Dirección

La música nos acompaña en cada momento, cualquiera que sea el rumbo.

Circular, rectilíneo, pendular, parabólico, uniforme, acelerado… hay distintas formas de movimiento pero todas llevan a ninguna parte. Como las olas del mar, cuyo vaivén no parece tener fin y cuyo destino parece ser siempre la playa o la roca contra la que chocar. Pero, si te fijas bien, verás que no es así. Que a veces es la orilla la que se acerca hasta ellas y que, en ocasiones, incluso se paran.

Ingenuamente creemos que al seguir un camino finalmente llegaremos a un destino, a algún lugar. Es posible que hubiera un viajero que un día encontró una meta, aunque no fuera la suya. Sin embargo, la mayoría seguiremos atajos, cambiaremos de sentido, tomaremos bifurcaciones equivocadas y nos perderemos tanto como ya lo estábamos al echar a andar.

Todo se mueve, incluso cuando todo está parado. Nada va más de prisa que el silencio, la oscuridad o el miedo. Y será entonces cuando más brille la música, como un relámpago en la noche, como una vela en el fondo de tus ojos. Toma mi mano y perdámonos juntos. Que suene aquella canción que nunca escuchamos, tarareemos esa melodía que todavía nadie escribió. Llega otra ola. Esta vez, déjala que se moje contigo.

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