Hay dos tipos de hombres: los que van y los que vienen. Aunque también están los que permanecen, pero esos no cuentan porque de ahí no hay quien los mueva. Tarde o temprano casi todos se definen y enseñan su verdadero color. Pero claro, eso del color es muy relativo porque ¿tienen color todas las flores?
Hay muchas que sí, que primavera tras primavera siguen amarilleando, rojeando, malvando o azulando. Ante esas todo el mundo se rinde. Es fácil. Lo complicado es encontrar y comprender a aquellas que no se muestran. Aquellas que permanecen ocultas pero impregnan el ambiente de vida y de empeño por vivir. Son como esos viejos rostros, largamente conocidos a los que nunca prestamos atención. Pero siguen ahí. No son flores de temporada, son constantes e invisibles.
Si lo dicho te inquieta, olvida todo eso y cierra los ojos para mirar a tu alrededor. Verás colores, oirás canciones, sentirás que todo discurre, que todo está bien. Déjalo estar.