No hay ráfaga de aire más heladora que aquella que no se espera. Esa que sopla iluminada por el sol de primavera y que se mueve entre tiernos brotes verdes y las primeras flores. Hace frío otra vez, pero no había ni razón ni motivo para ello.
Barre el viento las calles y forma torbellinos de basura que hieren con sus briznas más diminutas los ojos del que, en pie, aguarda solo y en silencio. Ese que está allí parado, en la esquina, deseando que vuelva la perdida tibieza de abril y a que llegue la ansiada calidez de mayo.
Bailan en su cabeza las notas de una canción. O muchas a la vez. Sonaban todas tan distintas y al mismo tiempo tan parecidas. Eran recuerdos con título y melodía.
Sopla el viento. Hace frío. Pero ahí está siempre la música dispuesta a acudir al rescate. Sopla el viento.