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Cinco canciones para escuchar en el andén de la vida

Traviesa y catenaria. Melodías diésel, eléctricas o de vapor.

A cada momento la estación se llena y se vacía y mientras tanto casi todos los trenes pasan de largo. Sólo unos pocos se detienen un momento y nada más que algunos atrevidos viajeros aprovechan la ocasión.

Con billete o sin billete, con maleta o ligeros de equipaje, siempre solos. Se suben, miran y esperan. Esperan que quizás haya una nueva oportunidad en la próxima parada. Incluso quizás la aprovechen.

Los raíles señalan el infinito en dos direcciones, una de ida y otra de vuelta. Pero los que van, ya nunca vuelven. El tiempo y las ocasiones no regresan, aunque la vía sea circular. Suena siempre la misma canción pero cada nota parece distinta.

Se fue la sorpresa, sólo queda el recuerdo. La huella del pasado, el hollín del carbón, la chispa del metal contra el metal, el eco del estruendo. Suena siempre la misma canción. Siempre la misma canción. La misma canción. La misma. Sube al tren.

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